Hace exactamente 50 años ediciones Toray lanzaba al mercado una nueva colección, El Mundo Futuro, con dibujos y guiones de uno de los autores más prolíficos y originales de aquel
momento: Guillermo Sánchez Boix, firmaba con el seudónimo "Boixcar".
Boixcar no era entonces ningún desconocido, llevaba ya diez años de profesión con series de popularidad creciente.
Su habilidad le permitió abordar diversos géneros pero debido al éxito que por aquel entonces tenía "El Guerrero del Antifaz" de Manuel Gago (1944) las editoriales y los
dibujantes noveles se inclinaban fácilmente por las aventuras de "capa y espada".
Boixcar, que empezó sus colaboraciones con Editorial Marco, no escapó a esa moda y aunque en 1943 había realizado ya seis cuadernos de El Murciélago, una mala imitación de
Batman, su primera obra importante El caballero Negro, una colección de 18 cuadernos publicada en el año 1945, respond&ioacute;a a este modelo, protagonista enmascarado incluido.
En 1950 sale el cuaderno Diez minutos en Stalingrado, primer número de la segunda serie de Hazañas Bélicas, que alcanzaría una inmensa popularidad.
Boixcar dedicado totalmente a esta serie no lanzó ninguna otra hasta que en 1955 creó para Toray, la misma editorial, "El Mundo Futuro" una serie de ciencia-ficciónde la que se
publicaron 102 ejemplares ordinarios y dos almanaques.
La primera viñeta de Los seres buenos de Marte (número uno de la colección) contiene toda una declaración de principios puesto que afirma que "los hombres que un día no muy
lejano se lanzarán a la conquista del espacio, han nacido ya, y lo que hace pocos años era una fantasía, es hoy una inminente realidad".
En esta serie vamos a intentar dar una idea de lo que podrían ser en el futuro las gestas de los que se lanzarán mañana a la conquista de los misteriosos espacios siderales".
Boixcar sitúa la acción de este primer número en 1980 una época en la que según él ya se había "entrado en la era interplanetaria".
La filosofía inspirada en el humanismo cristiano que Boixcar había utilizado en Hazañas Bélicas queda claramente puesta de manifiesto ya en este primer número.
Primero en la conversación que el futuro astronauta, el capitán Douglas Kindall, mantiene con los técnicos, uno de ellos manifiesta que "Todo está calculado con precisión pero desde
que el mundo es mundo lo imprevisto ha jugado un papel importante en todas las empresas. Confíe usted en la pericia de nuestros técnicos.
Pero no olvide que Dios es el que ha de decidir el éxito de su viaje".
Unas viñetas después cuando intenta justificarse ante su esposa por no haber renunciado al peligroso viaje Kindall exclama: "Ahora no puedo presentar una renuncia, pero confiemos en Dios" a lo que
su esposa responde "Si Douglas, él nos ayudará".
La nave consigue llegar a una órbita lunar pero una vez en ella un desgraciado accidente les deja sin ninguna posibilidad de regreso.
Afortunadamente dos extraterrestres en viaje de novios se apiadan de la tripulación y les devuelven, dormidos, a la Tierra en su platillo volante con tanto acierto que les deja precisamente en las
cercanías de la casa de Kindall donde les encuentra su esposa.
La aventura termina pidiendo a Dios una bendición para sus salvadores y formulando el deseo de que "este primer contacto con los seres de otros mundos sea el símbolo de la futura hermandad
del espacio".
A pesar de su molesto telón de fondo moralizante, El Mundo Futuro es de las primeras series de ciencia-ficción, y probablemente la más importante si nos ceñimos al territorio
peninsular, que intenta ir un poco más lejos de las narraciones de aventuras, guerras, torneos, peleas, raptos, torturas y princesas que caracterizan todas las imitaciones de Flash Gordon.
A los problemas técnicos que plantea la nueva etapa de expansión, colonización y terraformación de diversos planetas por parte de los terrestres se añaden problemas que amenazan
con ser importantes para el futuro de la humanidad: el hambre, la guerra, el racismo, la xenofobia, sin olvidar de introducir alternativamente problemas individuales semejantes a los tratados en su serie de
guerra: el amor, la amistad, el odio, la envidia, los celos, la avaricia, la ambición y tantos más.
Boixcar parece creer que dentro de dos mil años las formas de organización social serán las mismas que las actuales.
Así, es frecuente ver como compañías privadas compiten para la explotación de los recursos de nuevos planetas sobre la base de "quien llega primero se lleva el gato al agua",
con absoluto desprecio para los posibles habitantes del planeta que, en algún caso, son definidos como "seres primitivos, pigmeos insignificantes que no pueden tener influencia alguna en la marcha de
nuestros negocios" (No hay enemigo pequeño, número 19).
Quede claro que ésta no es la opinión del autor sino de uno de los personajes "negativos" de la narración, pero lo que sorprende es que se suponga que este tipo de personajes o,
peor aún, este tipo de empresas que tienen como directivos estos personajes, sigan existiendo dentro de unos cuantos siglos.
En el mismo episodio, el retrato moral que hace de la novia del protagonista convenciendo a éste que debe dejarse sobornar por la compañía rival sobre la base de que
"un millón de dólares bien merece un poco menos de escrúpulos".
Y terminando la discusión con la tajante conclusión de que "si desperdicias esta ocasión, romperemos nuestras relaciones".
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